LA MEDIACIÓN FAMILIAR


“Hasta hace poco tiempo, cuando los estudiantes graduados en física se tropezaban con una conducta que no encajaba limpiamente en sus modelos lineales y que llamaría la atención de sus profesores, simplemente quitaban importancia a la conducta no lineal, calificándola como ruido o error experimental. Hoy, esta conducta no lineal, se llama “teoría del caos”. De forma semejante, en el pasado, los abogados especialistas en divorcios no se preocupaban del ruido (el tiempo, coste o trauma emocional) inherente a los procedimientos legales adversariales (…). Hoy, esas anomalías en nuestro sistema legal respecto de la compresión del divorcio y de lo que significa servir de la ayuda las parejas que se divorcian, que existen en nuestro sistema legal, se explican y son conocidas como mediación familiar.”

Marlow

La ruptura de la pareja es considerada como una de las rupturas más dolorosas, sobre todo si en la pareja existen hijos en común. No es fácil concebir la idea de separarse o divorciarse, y mucho menos el proceso de divorcio. Además, es muy importante en este proceso el bienestar de los hijos, y salir de esta ruptura sin cicatrices. Por eso, aunque sea inevitable pasar por el tribunal para la disolución del matrimonio, sería conveniente resolver ciertos aspectos del divorcio mediante otros métodos que no sea la vía judicial, para evitar males mayores, y donde los acuerdos sean más beneficiosos para todos los miembros de la familia, incluido los hijos. Uno de los procesos que se ofrece es la mediación familiar, donde existe una tercera persona que es un mediador neutral e imparcial, y los protagonistas son las propias partes quienes crearán el acuerdo que más les interese atendiendo a las necesidades de sus hijos e hijas. Si se cumplen todos los requisitos, es un método muy adecuado e idóneo además de poder llegar a ser un complemento muy eficaz del proceso judicial.

La mediación persigue unos principios fundamentales que han de respetarse, entre otros destacarimos la voluntariedad, la imparcialidad, la confidencialidad, la neutralidad y la gratuidad. Pero para entender bien lo que es este proceso en la separación y divorcio, cojamos como referencia lo que indica Ripol-Miller al respecto : “trata de una intervención en un conflicto o negociación de dos partes, a partir de la demanda de las dos, de un mediador, tercera parte, que debe ser un profesional neutral, cualificado, imparcial, sin poder decisorio, aceptado por ambas partes y que posea la capacidad y la ubicación necesarias para garantizar la confidencialidad. Su trabajo consiste en ayudar a que la pareja resuelva sus conflictos y en facilitar la comunicación, en orden a que ella misma llegue a decisiones constructivas, a acuerdos satisfactorios, viables, válidos, duraderos y recíprocamente aceptable. Al mismo tiempo deben permitir un “entente” duradero y tener en cuenta las necesidades de la propia pareja, y de los hijos, favoreciendo una relación familiar post-divorcio.” La finalidad directa de la mediación en cuanto al proceso es el acuerdo de las partes, total o parcial, sin perjuicio de que se den más beneficios para los protagonistas, como puede ser la mejora de relación, el diálogo y la comunicación, la recuperación de la confianza, e incluso el aprendizaje de cara al futuro a la hora de que surja cualquier conflicto.

Pero, ¿Qué pasa si en esta situación existen hijos menores, muchas veces usados como moneda de cambio? ¿Cómo evitar que se conviertan en principales víctimas del conflicto de los progenitores? 

Una de las soluciones podría ser la inclusión de los hijos en el proceso de mediación. Sin embargo, hay diferentes opiniones al respecto. La perspectiva clásica subraya que lo idóneo es alejar a los hijos de este proceso y que sólo intervengan los padres, ya que los hijos menores no son capaces de comprender estas situaciones complejas. Por lo tanto, se considera que son incapaces de afrontar la realidad y tomar decisiones racionales. Consideran que son muy sensibles y que deben apartarse de cualquier conflicto, con lo que conlleva a apartarlos del proceso. Varios estudios confirmaron que involucrar a un menor en un proceso de mediación puede afectarles de forma negativa, por falta de madurez. 

Pero en los últimos años, ha habido una perspectiva revolucionaria donde los hijos intervienen en la mediación. Tanto por aspectos jurídicos, como sociales, se empiezan a defender los derechos del niño y el mejor interés del mismo, de manera que quieren introducir a los hijos en el proceso de mediación, reconociendo la dignidad básica de los niños y su participación en sociedad sujeta a derecho, dándole voz en el proceso de mediación para su futuro desarrollo. Según esta perspectiva, Introducirlos en el proceso implica que se le explique la situación de una manera adecuada, evitandoles preocupaciones, ayudándoles a desarrollar la autosuficiencia y facilitandoles la nueva adaptación. De este modo, los padres pueden tener en cuenta las necesidades de los hijos pudiendo llegar a un acuerdo de manera más fluida, completa y eficaz.

Es interesante señalar que desde el punto de vista sociológico, la incorporación del niño en el proceso de mediación podría ser importante de cara al desarrollo de la personalidad del mismo, evitando problemas sociales y afrontando retos sociales como familiares. Además, desde el punto de vista legal, el menor tiene derecho a ser escuchado en el caso de que el conflicto le afecte directamente. Tienen derecho a ser escuchados, que expresen sus miedos, necesidades y expectativas de futuro y que las personas adultas deben tenerlos en cuenta. Si los acuerdos tomados por los padres están basados en las decisiones del niño, estarán más cerca del interés superior del menor. En el siguiente cuadro se resumen las técnicas para cuando los hijos intervengan en el proceso de mediación:


Aunque haya estudios sobre el efecto negativo sobre el hijo por la inclusión en el proceso de mediación, hay estudios más reciente que demuestran que la mediación les beneficia. Si el proceso se hace de manera adecuada, la probabilidad de que la familia salga “ilesa” de este conflicto es muy alta. Por eso es muy recomendable que antes de judicializar un conflicto de estas características se escojan otras vías, como es la mediación familiar.

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